14 julio 2008

Fados


¡Estranha forma de vida! Sobre todo para quien, aun viviendo a pocos cientos de kilómetros de Lisboa, no ha escuchado un fado en su vida. 

Para los demás, el fado encierra una verdad universal. Su mismo nombre, derivado del latín 'fas, fatum', anticipa motivos y temas que todos compartimos. Que haya nacido en el siglo XIX en Lisboa, en plena época romántica de una de las ciudades más mestizas de la Europa de entonces, tampoco sorprende. Dicen que se originó en tabernas y prostíbulos, auténticos agentes culturales en el tiempo en que 'romanticismo' tenía significado real. La primera estrella del fado es María Severa Onofriana, gitana, prostituta y amante de un conde. Su vida y, sobre todo, su muerte son temas centrales de muchas historias cantadas por los barrios de Lisboa. 

Ayer estrenaron en la Expo la película -el pellizco en el estómago, diría yo- Fados, de Carlos Saura. Un recorrido de sensaciones que va más allá de las fronteras de ese pequeño país que sigue incógnito para tantos castelhanos

El ¿documental? es un bocanada de sensaciones que algunos tenían enterradas en un alma que ya no mira adentro y que, en cualquier momento y en cualquier lugar, cobra sentido en la voz de Mariza. O en la de Caetano, o en la de Chico Buarque. También en los recién descubiertos -¿por qué nunca había llegado a ellos?- Carlos do Carmo, Camané o, cómo no, Argentina Santos. La saudade de su fado es la misma que la de nuestro destino. Como quien se sabe poseedor de una verdad en la que los demás no reparan, nos recuerda que "Como o tempo passa / dizemos de quando en quando / o tempo pasa e repassa, nos é que vamos passando". 

Extraña forma de vida que para todos resulta familiar.